"Quizá sea usted la mujer que nunca conocí."
La trilogía de Kieslowski, su obra más conocida después de su Decálogo, representa los tres colores de la bandera francesa y evoca al lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad" que representa. Según el propio director polaco, vagamente ligada a esos temas, no debe tomarse como referencia literal a la hora de entender cada película, pero sí constituye un elemento representativo de ellos. Un manual de existencialismo, poesía a través del arte visual con exquisita realización, fotografía y música.
Si Azul, la primera de las tres, nos ofrece un ejercicio de pérdida, misterio, muerte y de resultado inquietante, Blanco un amor trágico, "chaplinesco" por momentos, de enroscada trama, creo que el culmen perfecto lo define en Rojo, una conclusión perfecta a esa novela filosófica existencial, de metáforas y toques simbólicos que ha ido desgranando poco a poco con una conclusión intrigante y conmovedora, la luz que desprende su triunvirato. Cierto que esa narrativa pausada (nunca aburrida), de situaciones forzadas y de sugerir más que mostrar puede resultar banal a ojos de muchos espectadores, pero ese aura de magia le da un toque único.
Lazos humanos, la casualidad, la suerte que nos conecta, la vida efímera alrededor del ser y esas frecuencias imposibles de abarcar es el testimonio de Kieslowski para su trilogía de los tres colores.
La trilogía de Kieslowski, su obra más conocida después de su Decálogo, representa los tres colores de la bandera francesa y evoca al lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad" que representa. Según el propio director polaco, vagamente ligada a esos temas, no debe tomarse como referencia literal a la hora de entender cada película, pero sí constituye un elemento representativo de ellos. Un manual de existencialismo, poesía a través del arte visual con exquisita realización, fotografía y música.
Si Azul, la primera de las tres, nos ofrece un ejercicio de pérdida, misterio, muerte y de resultado inquietante, Blanco un amor trágico, "chaplinesco" por momentos, de enroscada trama, creo que el culmen perfecto lo define en Rojo, una conclusión perfecta a esa novela filosófica existencial, de metáforas y toques simbólicos que ha ido desgranando poco a poco con una conclusión intrigante y conmovedora, la luz que desprende su triunvirato. Cierto que esa narrativa pausada (nunca aburrida), de situaciones forzadas y de sugerir más que mostrar puede resultar banal a ojos de muchos espectadores, pero ese aura de magia le da un toque único.
Lazos humanos, la casualidad, la suerte que nos conecta, la vida efímera alrededor del ser y esas frecuencias imposibles de abarcar es el testimonio de Kieslowski para su trilogía de los tres colores.
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