lunes, 25 de mayo de 2020

TOKIO BLUES (Norwegian Wood) (Haruki Murakami, 1987)






El sensual y sexual blues de Murakami es la llave secreta que abre los recuerdos dormidos. Cuando veo y paso los dedos por su portada me lleva a la primera vez que la vi y me la recomendaron, en la máquina del café, que es donde se tienden las emboscadas, y la olvidé por alguna razón inentendible. Es mi crack con Tokio Blues. Eso que abre un recuerdo inherente. Watanabe nos muestra su crack en un aeropuerto de Hamburgo a través de una canción de los Beatles, lo demás sigue a un relato triste...

El relato de Murakami es una oda a un pasado que creemos olvidado, en un mundo bañado por la muerte y terriblemente melancólico. El paso de la adolescencia a la madurez narrado con un pulso formidable, casi un brindis al sol, no naciente, más bien universal. Pues si algo transmite su pluma es un aire internacional aunque sitúe la acción en Tokio, la soledad y la ambigüedad del amor lo es, al igual que el miedo al fracaso o las relaciones sentimentales.

Un viaje al pasado de una edad en la que todo nos parecía determinante, el abanico de personalidades y amistades era interminable, el camino a seguir no estaba definido. Un empujón a reflexionar sobre ese pasado olvidado, ¿qué fue de esas personas fugaces en nuestra vida? ¿Tomamos el camino correcto? ¿Qué hubiéramos sido al escoger otro hoy en día?

 Decía Areta que el a, b, c, del detective era café, paciencia y zapato cómodo. Para encarar a Murakami se deben seguir las mismas pautas, se puede acompañar con un blues o un jazz, hay que disfrutar su escritura con calma, aunque comience lento permitámosle continuar pues llegará un momento que no querrás despegarte de su historia.