lunes, 4 de febrero de 2019

Crítica | LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO (Carl Theodor Dreyer, 1928)


"La recreación de Juana de Arco por parte de Renée Falconetti podría ser la mejor interpretación jamás rodada."

Afirmaba la crítica Pauline Kael en 1982, tras el redescubrimiento en un manicomio noruego de una copia de la versión original, con el precinto de "censurada" intacto, y posterior estreno en la misma década de la obra maestra del mudo dirigida por el danés Carl Theodor Dreyer. Aunque la suya es una de las interpretaciones fundamentales de la historia del cine, Falconetti nunca trabajó en ninguna otra película. 

El maestro danés Dreyer realiza este filme no utilizando el acostumbrado tono épico, sino centrando la acción en el inquisitorial proceso judicial a la que fue sometida por un tribunal eclesiástico que terminó condenándola a muerte por herejía.

Su última película muda, obra que le granjeó fama mundial pero no constituyó ningún éxito en taquilla. La censura y el infortunio (se perdieron copias en distintos incendios) casi la engrosa en la triste lista de películas desaparecidas. Basada esencialmente en fragmentos muy selectos del proceso de Juana, el público de la época consideró esta sinfonía del primer plano un documental histórico.

El enfoque radical de Dreyer, su técnica exquisita y su construcción del espacio y la lenta intensidad del movimiento de la cámara hacen de la película una de las grandes joyas del cine. Una visión minuciosa y dolorosa, como todas las tragedias de Dreyer, sigue y seguirá viva después de que la mayoría de cintas comerciales se hayan borrado del recuerdo.





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