
En líneas generales, la novela va avanzando redundando en las mismas premisas una y otra vez. Da la sensación de que se producen muchas situaciones innecesarias, que no llevan a ninguna parte, y que parecen incluidas con el único afán de ir rellenando páginas. Además, pese a su extensión los acontecimientos finales están descritos de forma atropellada, tremendamente predecible y si me apuras, carente de sentido. La autora peca de infundir sentimientos en sus personajes describiéndolos, en vez de hacer que sea el lector quien los intuya, o sea la propia historia la que los sugiera.
Pero en mi opinión, el fallo más
grave de la obra es el uso del personaje
de Vlad. El cual se supone, es el eje principal y máximo exponente del interés de la historia. Kostova está constantemente indicándonos lo malvado que es este
hombre y el terror que causa a sus personajes. Sin embargo, la única
explicación que da (hechos históricos
aparte), es que quiere secuestrar eruditos, con el objeto de que le ayuden a
ordenar una biblioteca que ha ido acumulando durante los siglos. Evidentemente
cuando el lector descubre esto, no puede reprimir una carcajada.
Tras la lectura, me cuesta mucho
comprender el éxito de este libro. Entiendo que la premisa de partida es
interesante; jugar con la ambigüedad de una leyenda que podría ser real, no es nuevo, pero hacerlo desde la perspectiva
del personaje histórico que inspiró
a Stoker, podría dar bastante juego.
Sin embargo nos encontramos con una ejecución anodina, sin ritmo y plagada de
incoherencias, que lleva al lector a desear que las páginas acaben cuanto
antes. Dando como resultado una lectura completamente intrascendente y prescindible.
Valoración: [3/10] ★★★★★★★★★★
Rubén.