sábado, 5 de julio de 2014

Crítica: 'Sin perdón (Unforgiven)' (Clint Eastwood, 1992)



Cuando hago críticas intento ser objetivo en lo máximo posible, pero hay casos en los que las sensaciones que te imbuye una película superan con todo cualquier atisbo de imparcialidad. Ese es el caso de "Sin perdón"; una cinta que consagró al viejo  Clint como un director de los grandes y remarcó lo que es la palabra crepuscular en todos los sentidos  para el western; una despedida magistral  de un género que en el noventa y dos   ya no pasaba por su mejor momento.

Argumentalmente se pone al espectador tras la pista de William Munny (Eastwood) un hombre deshecho, viudo y padre de familia, que tiene dificultades económicas para sacar adelante a sus hijos, completamente alejado de su anterior vida como pistolero. Ante ese desolador panorama, se le presenta la ocasión de realizar un último trabajo junto a un viejo compañero (Freeman), esta situación da pie a un viaje de reencuentro con los fantasmas del pasado.

Realmente "Sin perdón" es una fábula de la lucha del hombre contra su propia naturaleza y sus errores, siendo esta lucha interna  contra uno mismo la más dura que una persona puede llegar a librar. El guión de David Webb Peoples transmite, no sólo una buena historia, sino sensaciones; nostalgia, pesimismo y un cierto e inevitable romanticismo envuelven toda la trama. Además cuenta con unos  diálogos majestuosos de una profundidad apabullante, valga como ejemplo una cita que me parece impresionante: "Es duro matar a un hombre, le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría haber tenido".

La fotografía de un  Jack N. Green en estado de gracia alterna paisajes abiertos con escenas donde prima la oscuridad, y poco a poco son estas tinieblas las que van ganando la partida, hasta el desenlace que parece filmado en el mismísimo salón de Lucifer.

Unas sobrias y excelentes interpretaciones acompañan durante todo el metraje. Personajes muy bien caracterizados por un gran reparto, en una historia en la que hasta el secundario más insignificante tiene algo que decir; todos tienen su particular lucha interna, ya sea contra sí mismos o contra las circunstancias. Sin duda, unos protagonistas inolvidables que perdurarán en la memoria del espectador mucho tiempo después del visionado. Incluso los personajes que no aparecen directamente sino que se mencionan como el de Claudia, la fallecida mujer de William Munny  tiene una fuerza especial; al finalizar la película entiendes como esa mujer  pudo amar a un hombre así, y también se hace comprensible por qué su madre jamás lo entenderá.

Por otra parte, resulta muy gratificante  la forma en que esta obra desmitifica el viejo oeste, en el dialogo entre Hackman y el periodista se observa esto en su máxima expresión; mala puntería, armas que fallan, hombres que se ponen nerviosos. En definitiva, disparar a un hombre era una tarea  difícil, dar en la diana lo era aún más, la frialdad necesaria para sobrevivir a un tiroteo era cosa de sólo unos pocos,  el resto solía fallar estrepitosamente y pagarlo con su propia vida. 

Una obra maestra que es historia del cine. Un Eastwood profundo e introspectivo, con alma propia,  nos dejaba su personal despedida del género. Para mí, mucho más que una película.




“Ahora voy a salir, si veo a algún cabrón ahí fuera, le mataré, y si a algún cabrón se le ocurre dispararme, no solo le mataré a él, sino que mataré a su mujer, a todos sus amigos, y quemaré su maldita casa, ¿Me habéis oído?. Deberíais enterrar a Ned como dios manda... y como alguno de vosotros vuelva a maltratar a otra puta, volveré aquí y os mataré a todos, malditos hijos de perra.” William Munny ( Clint Eastwood)


 Valoración: [10/10]  
★★★★★★★★★


Rubén.

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