martes, 4 de junio de 2019

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO (A Streetcar Named Desire) (Elia Kazan, 1951)


"¿Te importa que me ponga cómodo? Estar cómodo es el lema que tenemos en mi tierra." Stanley Kowalski (Marlon Brando)

La adaptación cinematográfica de la obra teatral de Tennessee Williams es una película de peso, nació para ser un clásico y esa vocación se ha cumplido sin reparos. Una eclosión de comunión cine y teatro casi perfecta, pero, sobre todo, el triunfo de la generación del prestigioso Actor's Studio y Marlon Brando, su capacidad interpretativa y y su fuerza expresiva.

El encuentro de dos formas de actuación, centrado en el desesperado y poético heroísmo de Blanche DuBois, merecido Óscar para la neurótica, frágil y debilitada belleza de Vivien Leigh, opuesto al sudoroso magnetismo animal de Kowalski, un Brando que domina el espacio con un siniestro naturalismo que llega a asustar, el más famoso e influyente exponente del "método". Rodeados de unos secundarios de lujo, UN TRANVÍA LLAMADO DESEO es más teatral que cinematográfica tras descartar un primer guión con exteriores y apostando por la fidelidad a la obra de Williams.

Su poder radica en las interpretaciones, la clásica y teatral Leigh y el explosivo instintivo Brando, tan diferentes en su forma de actuar y personalidad como sus personajes. Gracias a la atmósfera magnética que Kazan entreteje, mantiene los espacios reducidos, produce claustrofobia que se proyectan en los tormentos de Blanche, llega a ser tan magnifica como la obra de teatro.

Las versiones cinematográficas de obras de teatro tienen mala fama, pero UN TRANVÍA LLAMADO DESEO le dio un nuevo rumbo al arte escénico del siglo XX, tanto al teatro como al cine. El desgarrador grito "¡Stella!" de Brando hizo temblar la noche de Nueva Orleans y ya es un icono del séptimo arte.























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