sábado, 19 de enero de 2019

Crítica | LA QUIMERA DEL ORO (The Golden Rush) (Charles Chaplin, 1925)


"Aparte de todo -lo divertido de la indumentaria, del bigote y los zapatos- realmente quería crear algo que conmoviera a la gente."

'La quimera del oro' es una de las cintas más logradas de Chaplin, y eso son palabras mayores. Al final de su vida declaró con frecuencia que esta era la película por la que más deseaba ser recordado. Reafirmó la creencia de Chaplin de que la comedia y la tragedia no se hallan muy lejanas.

Inspirado en sucesos reales, recreo con fidelidad la imagen histórica de la fiebre del oro y los buscadores que ascendían sufriendo grandes penurias al Chilkoot Pass, obligados a comerse sus zapatos y los cadáveres de sus compañeros muertos en algunos casos. El frío, el hambre, la soledad, el menudo cineasta encuentra el equilibrio perfecto en crear una gran comedia entre temas sórdidos y desagradables.

Abunda en escenas cómicas e icónicas, ahora ya clásicas. Los horrores del hambre padecida por los pioneros del siglo XIX inspiró la secuencia en que Chaplin y Big Jim se comen una bota cocinada estilo gourmet. La transformación en el mismo plano de Charlie en pollo, un triunfo de efecto de cámara, al igual que la escena de la cabaña al borde del precipicio, casi imposible diferenciar el paso de una maqueta a un decorado de tamaño natural. Posiblemente la escenas más famosa sea la del sueño de Nochevieja: el baile de los panecillos.

Una de las grandes obras del cine, tanto en lo técnico como en lo artístico. Chaplin consigue un equilibrio perfecto entre lo conmovedor, lo cómico y lo dramático en 'La quimera del oro'.

























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