martes, 26 de febrero de 2019

Crítica | ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA (Sergio Leone, 1983)


"Me encanta la peste de las calles. Me hace sentir bien. Me gusta su olor. Me abre los pulmones."

Sergio Leone volvía a las pantallas tras 12 años de ausencia para cerrar su "Trilogía de América", formada por 'Hasta que llegó su hora' (1969), 'Agáchate, maldito! (1971) y 'Érase una vez en América' (1983), de casi cuatro horas de duración, siendo esta la más larga y lánguida de las películas del director italiano.

Quizás careciera de la fuerza y la creatividad de sus viscerales y estilizados Spaguetti Westerns pero su cambio del desierto por el Lower East Side neoyorquino de principios de siglo y su homenaje a las historias de gánsteres es una auténtica obra de arte cinematográfica.

La historia transcurre en tres épocas específicas - 1921, 1933 y 1968 - acompañando a varias generaciones de mafiosos judíos, sus amores, traiciones y desencuentros. No glorifica en ningún momento a los protagonistas, no hace de ellos héroes, muestra claramente el alto precio que han tenido que pagar por su estilo de vida.

Técnicamente es una película sobresaliente. Una ambientación fría y plomiza, ominosa por momentos, a través de la fotografía de Delli Colli y la marcada música nostálgica y melancólica de Morricone. La maestría narrativa de Leone ofrece al espectador un puzle obsesivo, un virtuoso montaje de tomas retrospectivas. Una película de gánsteres ambiciosa, de estructura dispersa, penetrante, frustrante y provocadora. También una investigación cinemática del tiempo, cómo pasa, cómo se recuerda y cómo se percibe el futuro.

























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