viernes, 15 de febrero de 2019

Crítica | LA DILIGENCIA (Stagecoach) (John Ford, 1939)


"Si hay algo que no me gusta, es conducir una diligencia por territorio apache."

Obra seminal dentro del western y del propio cine. Orson Welles estuvo 40 días consecutivos viendo 'La diligencia' una vez al día, antes de su ópera prima 'Ciudadano Kane', para aprender el oficio. Y es que Ford ayudó a restablecer el prestigio del género en una época en que las películas del Oeste estaban destinadas a bajos presupuestos y proyectos menores.

Al tratar de vendérsela a David O. Selznick, Ford la calificó de "western clásico", superior a los westerns que se hacían y hacía el propio Ford en los últimos años. Añadieron una historia de amor y el nacimiento de un bebé, aunque no fue suficiente para Selznick que rechazó el proyecto. 

Sin Gary Cooper ni Marlene Dietrich, el cineasta acertó con la figura impresionante de Ringo Kid, nacía otra leyenda en el cine: John Wayne. Ford retrasa la aparición de Wayne mientras explora el carácter de los otros pasajeros, cada uno trazado de forma diestra y magnífica.

'La diligencia' no escatima los alicientes más tradicionales del género. Abunda la acción en el tercer acto de la cinta, que incluye duelos y un emocionante ataque indio comandado por el excelente trabajo del especialista Yakima Canutt. También fue la primera película que Ford rodó en Monument Valley, paisaje desértico majestuoso en la frontera entre Utah y Arizona, la cámara subraya la fragilidad del hombre ante la inmensidad de la naturaleza como pocas veces se había visto.



























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