jueves, 18 de octubre de 2018

Crítica | EL HOMBRE LOBO (George Waggner, 1941)


"Hay algo realmente trágico en ese hombre."

EL HOMBRE LOBO de George Waggner (1941) sería el último clásico de terror de la Universal Picture, además, sigue siendo la más reconocida y apreciada del mito del hombre licántropo. Marcó el inicio de una sucesión de películas de serie B que la Universal produjo en la década de los 40 convirtiendo a Lon Chaney Jr. en una estrella. 

El tema de hombre lobo no era en absoluto novedoso en la industria cinematográfica, lo que distinguía la historia de Siodmark es el hincapié cifrado en la energía sexual reprimida como fuerza de la transformación en las noches de luna llena.

El estudio no tenía previsto una transformación efectista ni técnicamente complicada, buscaban escenas de miedo estéticamente naturalistas, una propuesta sugerente (Jacques Tourneur lo llevaría más allá con LA MUJER PANTERA), lo que no quitaba que el actor necesitara de tediosas horas de maquillaje para aparecer en pantalla unos segundos.

La carga trágica del filme cautivó al público de la época, una tragedia griega con monstruo para nada despiadado que oscilaba entre la dicotomía de Jekyll/Hyde con todo el simbolismo del mito y una ambientación muy conseguida. 




























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