sábado, 1 de diciembre de 2018

Crítica | EUROPA '51 (Roberto Rossellini, 1952)


Esta producción marca un punto de partida distinto dentro del Neorrealismo ya que en principio no iba a centrarse en la situación socio-política de la Italia de la posguerra (en concreto, Roma), sino en el ambiente europeo general. De hecho, inicialmente estaba previsto su rodaje en París.

A pesar de que los críticos hacen especial hincapié en la famosa trilogía neorrealista de Rossellini: "Roma, città aperta" (1945), "Paisà" (1946) y "Germannia, anno zero" (1948), 'Europa 51' supone un antes y un después en su cine. Es un momento de ruptura con toques americanos y todo gracias a la participación de la grandiosa Ingrid Bergman.

Debo decir que con esta película Bergman consiguió recuperar su estatus de gran estrella. La imagen de esta diva escandinava se vio profundamente afectada tras su primera colaboración con el gran Rossellini en 'Stromboli, terra di Dio' (1950). Salió a la luz la relación romántica que surgió entre el director y la artista durante el rodaje y ambos fueron acusados de adulterio, a Bergman se le prohibió pisar tierra americana y 'Stromboli' fue un rotundo fracaso en taquilla. Fueron sentenciados por la crítica y la sociedad del momento y, después del éxito de 'Europa '51' a nivel internacional, fueron "perdonados" y apoyados en sus posteriores colaboraciones.

La trama nos presenta a una familia burguesa estadounidense que lleva una vida acomodada en Roma. Todo se tuerce cuando el único hijo de la pareja se suicida. En este punto encontramos la fractura de un ambiente aparentemente perfecto en el que las apariencias y el dinero son el motivo esencial de fusión familiar y social.

A partir de aquí, la madre del niño (Bergman) intenta conseguir el perdón de su hijo ayudando a los más desfavorecidos. Pero cuánto más se adentra en los suburbios italianos, más consigue profundizar en la raíz, no solo de su problema personal, sino del origen del mal europeo. Rossellini nos regala una tremenda visión de la Italia destruida de posguerra y nos permite navegar en las profundidades del infierno.

Con un desenlace aterrador, consigue que el espectador observe de cerca la diferencia entre clases sociales, el abuso de poder, la incultura, la falta de compasión hacia nuestro prójimo y, no menos importante, la reducción de la figura de la mujer a un simple complemento de compañía.




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